martes, 3 de agosto de 2010

No te dejaré naufragar...

Estoy tratando de salvar todo lo que pueda del naufragio. El que estás por producir vos. Estás manejando un barco demasiado grande y lo vas a hundir. ¿Te acordás de Titanic no? Titanic, una bofetada de la naturaleza al corazón de nuestra soberbia. El trasatlántico más grande, más lujoso, más poderoso, más veloz del mundo hundido por un iceberg, un insulso pedazo de hielo. Y vos estás conduciendo el Titanic y sin saberlo ya te metiste en zona de iceberg. Por aquí, por allá, están emergiendo icebergs, pequeños tal vez pero que pueden hundir tus sueños de soberbia. ¿Sabías que lo que vemos de un iceberg es sólo la octava parte de su volumen total? Vos ya detectaste algunas puntas de iceberg emergiendo del océano ¿Te imaginás todo lo que hay por debajo y vos no lo ves? La paradoja es que esos icebergs están empezando a derretir tu enorme burbuja de hielo. Esa burbuja que vos mismo armaste. Hay construcciones de madera que pueden soportar tornados, terremotos, son verdaderas fortalezas, pero no podrían soportar una invasión de termitas por ejemplo. Millones de termitas diminutas, debilitando suave y lentamente la estructura. Y vos me tratás como si fuera un insecto al que podés pisar pero no tenés tantos pies como para aniquilarme. Ya lo decía Ovidio “La gota que horada la piedra, no por su fuerza sino por su persistencia”. Una suave y débil gota de agua que con su persistencia horada y agujerea la piedra. Y vos creíste que tu piedra era demasiado fuerte y subestimaste la fuerza de mis gotas. Sos un Goliat que subestima a David, sos la soberbia que sobrestima su poder. Te sentís muy poderoso en tu Titanic pero el cubito de hielo más insignificante te va a hundir. Un agujero por acá, una caladura por allá y tu Titanic se va a hundir. Niños y mujeres primero es la ley de una naufragio, y vos sos un niño. Salvate, y salvame. El barco se hunde y yo puedo ser tu salvavidas.